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sábado, 27 de junio de 2009

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

Pocos casos hay en la historia de la Iglesia de difusión tan rápida y universal de una devoción mariana como es la del culto al famoso cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (el original está en la Iglesia San Alfonso María de Ligorio, en Roma)
Era el día 23 de Junio del año 1867, domínica infraoctava del Corpus, cuando, en la iglesia de padres redentoristas de Roma, el decano del Capítulo Vaticano, patriarca de Constantinopla (después cardenal), daba comienzo a la ceremonia de coronación de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Con anterioridad, el día 12 de Mayo del mismo año, habían aprobado por unanimidad los capitulares el proyecto de coronación, declarando en público decreto que dicho cuadro reunía todas las condiciones para tal honor: antiquísimo culto de más de tres siglos y fama de muy milagroso. Se señaló para la litúrgica conmemoración de aquélla fiesta la domínica que precede a la Natividad de San Juan Bautista. Hoy se celebra trasladada al 27 de Junio en el calendario universal de la Iglesia.
¿Cuál es la historia de este cuadro, desde entonces tan celebrado en las cinco partes del mundo?

Precisamente uno de los diputados por el Cabildo Vaticano para la coronación era Pedro Wenzel, subprefecto después del Archivo Secreto Vaticano, quien, años andando, en 1903 comunicó a un padre redentorista, investigador del origen de este cuadro por Bibliotecas y Archivos vaticanos, un interesante documento manuscrito que constituía la fuente primaria para la historia de la venerada imagen. Hallábase el documento en un códice manuscrito de Franciscus Turrigius (s. XVI), También se hallaron dos relaciones del mismo en la obra manuscrita en veintiséis grandes volúmenes de Io. Antonius Brusius (s. XVII) sobre antigüedades sacras de Roma. El documento primitivo, escrito en pergamino, fijo en una tabla, estaba colocado en el cancel que cerraba el altar mayor de la iglesia de San Mateo in Merulana. Ambos autores copiaron el original, que, por ser largo, lo resumiremos aquí.

Un comerciante de Creta robó de una iglesia el cuadro milagroso y se dio a la mar, ocultando el cuadro entre las mercancías. Sobrevino una tempestad y todos, sin saber del cuadro, invocaban a la Virgen. Serenóse el mar y tomaron puerto. Un año después el comerciante, con el cuadro, llegaba a Roma. Enfermó el cretense y un amigo romano se lo llevó a su casa. En el trance de la muerte el cretense contó al romano el robo del cuadro, sin honor entre sus mercancías, rogándole que lo colocase en una iglesia donde se le diera culto. Lo prometió el romano. Muerto el mercader, hallaron, en efecto, el cuadro, mas la mujer del piadoso amigo persuadió a su marido a quedarse con el cuadro, reteniéndolo nueve meses. La Virgen, en una visión, dijo al romano que no hiciera tal, sino que lo colocara en lugar más decente. No obedeció. Volvió la Virgen segunda y tercera vez, amenazándole entonces con una mala muerte si no lo ponía en una iglesia. Temió el romano y rogó a su mujer que regalara el cuadro a alguna iglesia. Negóse ella con muchas razones y el marido se conformó. La Virgen volvió a hablar al romano: "Te avisé, te amenacé, no has querido obedecer. Tendrás que salir tú primero, para salir yo después en busca de lugar más honorable”. Y se murió el romano. Se apareció la Virgen a una hija suya de seis años y le dijo: "Avisa a tu madre y a tu tío, y diles que Santa María del Perpetuo Socorro quiere que la saquéis de casa si no queréis morir todos muy pronto". Contó la niña, temió la madre, que había tenido la misma visión, y se determinó a obedecer. Pero en esto una vecina, enterada de lo ocurrido, la decide con muchas y poco piadosas razones a que no lo haga. Volvió la vecina a casa, pero enfermó de peste. Entonces invocó a la Virgen y se curó. Volvió la Virgen a la niña para que dijese a su madre: que quería ser llevada a cierta iglesia llamada de San Mateo, entre Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Obedeció la madre y, avisando a los frailes agustinos que llevaban aquella iglesia, con acompañamiento de todo el clero Y pueblo fue trasladado el cuadro y el mismo día de la traslación hizo el primer milagro.

La fecha de la traslación fue el 27 de Marzo de 1499, reinando Alejandro VI, y la data del documento fue entre la fecha anterior y el año 1503, en que murió dicho Papa. Brutius decía que la letra y el color denunciaban la fecha.

Quedó allí la imagen durante tres siglos (1499-1798). Las tropas de Napoleón ocuparon Roma y, entre otras iglesias, derribaron la de San Mateo. Los agustinos irlandeses que la regentaban se pasaron con el cuadro a la próxima iglesia de San Eusebio y, de allí, a la de Santa María in Posterula. En el año 1855 tomaba el hábito de redentorista el joven Miguel Marchi. De niño había sido monaguillo en la casi extinta comunidad de agustinos, custodios del cuadro que ignoraban. Pero un lego, fray Agustín Orsetti, muy viejo, que había conocido el culto y los milagros de la Virgen olvidada, decía con frecuencia al monaguillo: "Sábetelo bien, Miguelito. La Virgen de San Mateo la tenemos en el oratorio. No lo olvides... ¡Era muy milagrosa!". Y no lo olvidó. Enterado el superior general de los padres redentoristas, reverendísimo padre Nicolás Maurón, se presentó con el padre Marchi a Pío IX. Le refirió el caso del milagroso cuadro, su paradero, ser voluntad de la Virgen exponerla al culto entre San Juan de Letrán y Santa María la Mayor, término que coincidía precisamente con el solar de los redentoristas. Acogió Pío IX las súplicas y pocos días después, por billete escrito de propio puño, ordenó (11 de Diciembre de 1865) al cardenal prefecto de la Propaganda gestionase la entrega del cuadro a los padres redentoristas. Así se hizo.

El día 26 de Abril de 1866 recorrió el cuadro de nuevo las calles de Roma. Al año siguiente, como dijimos al principio, fue coronado por el Cabildo Vaticano. Desde entonces no ha cesado su devoción de recorrer aldeas y ciudades de las cinco partes del mundo con gran fruto espiritual de conversiones.

El cardenal Francisco Ehrle, S. I., decía a un padre redentorista: "No hay Virgen romana más documentada que la Virgen del Perpetuo Socorro".

DESCRIPCIÓN DEL CUADRO Su tamaño es de 53 por 41,5 centímetros. Está pintado al temple y en nogal. Fue restaurado por el artista polaco Novodny en 1866. La Virgen viste túnica roja, peplos o manto azul marino con vueltas verdes y esclavina. El quecrúfalos, redecilla o pañuelo verde, le recoge el cabello. El Niño viste túnica verde con cinturón púrpura y manto marrón claro. A la derecha de la figura San Miguel, túnica jacinto, manto y paño de honor verdes. A la izquierda, San Gabriel, túnica, manto y paño de honor jacinto. Todos los personajes nimbados. Los pliegues de los paños van acusados con reflejos de oro. El fondo es oro. Los personajes llevan sus nombres en abreviaturas griegas: Jesús-Cristo, Madre de Dios, el arcángel Miguel, el arcángel Gabriel. Los trazos sobre las letras son signos ortográficos y de abreviación.

COMPOSICIÓN DEL CUADRO No es una simple imagen o retrato de María. Es una escena, una especie de cuadro de género. Para ello no basta que haya en la escena varios personajes. Es preciso que el pedazo de vida que allí se vive encadene y relacione a los personajes unos con otros, no con inscripciones o guiones, sino con el gesto, la mirada, el sentido. Es un momento simbólico de la vida de María.

Su momento feliz es interrumpido por una visión terrible: la Pasión, cuyos instrumentos presentan los ángeles al Niño. Este vuelve la mirada consternado hacia la aparición. Con el movimiento brusco de terror contrae el pie izquierdo y la sandalia se le desprende. Las manecitas se aferran al pulgar de la Madre. Por eso la llaman a veces los rusos la Virgen del pulgar (Taletskaia Bojia Mater). La mirada de la Virgen trasciende el cuadro y pasa al espectador.

ESCUELA Y FECHA La flexibilidad de la escena denota la presencia del realismo italiano. Sin embargo, la técnica es bizantina. Su dibujo es más rígido que el de sus contemporáneos italianos, tiene más de calco que de inspiración personal. No es un cuadro hecho en Italia como sus congéneres de Cimabue, Bernabé de Módena y Botticelli. Es un cuadro bizantino con influencias italianas. La isla de Creta era entonces colonia veneciana. Un ejemplar de nuestro cuadro está firmado por Andreas Rico de Candía (s. XV). El nuestro parece más antiguo que sus similares esparcidos por Italia. Kondakof y Muratof, disintiendo a veces, convienen en la inspiración italiana y lo atribuyen a la escuela ruso-bizantina de Novgorod, entre los siglos XIV y XV. En Rusia las Metsnaia ikona (imágenes de asiento) o Poklonnaia ikona (imágenes grandes) estaban fijas en el Iconostasio. Las Vírgenes de la Pasión (nuestro cuadro) eran imágenes de la devoción íntima y se llamaban Domovaia (imagen doméstica) o Molennaia ikona (imagen pequeña).
SIGNIFICADO Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.
Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre.

Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion (velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.

Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño. El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.

En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.

Los papas han tenido siempre particular devoción al cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pío IX lo regaló a los católicos de Zitomir (Rusia), que le pedían una de las Vírgenes más veneradas en Roma. León XIII se la dio a los misioneros de la Asunción que partían para Bulgaria. San Pío X la regaló a la emperatriz abisinia Taitú. Benedicto XV la tenía sobre su trono; para el 50 aniversario de la exposición al culto del prodigioso cuadro acuñó, a sus expensas, una medalla conmemorativa con su busto y la imagen del Perpetuo Socorro. Pío XI la puso en el escudo de la misión pontificia para socorrer a los niños hambrientos de Rusia. Hoy se la considera como símbolo de enlace entre la Iglesia romana y las Iglesias orientales disidentes, para la unión. Es cosa menos que interminable enumerar las naciones y centros en que a la Virgen del Perpetuo Socorro se le tributa culto especial. Baste decir que se halla extendida su devoción por las cinco partes del mundo. Sólo destacaremos las formas más significativas de este culto.

Existe la Archicofradía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de la que Pío IX quiso ser el primer archicofrade, encabezando las listas. También lo fue Alfonso XIII, cuya curación, en una gripe infantil, se atribuyó a una estampa de la Virgen colocada en su cuna. La Archicofradía tiene una sección especial: la Súplica Perpetua, por la que los socios se comprometen a orar media hora todos los meses ante el cuadro. Está también en plena vitalidad la Visita Domiciliaria por medio de capillas portátiles. En muchos países extranjeros existe la Novena Perpetua, sobre todo en los pueblos anglosajones, originaria de los Estados Unidos, que celebra una función religiosa como de media hora un día a la semana, durante todo el año. Pero esa función se repite, como en San Luis (Estados Unidos) once veces por día, para dar entrada a las oleadas de devotos. Estos, en la iglesia de Boston, no bajan de 20.000 el día semanal de la novena. El centro de Manila es asombroso. En Baclarán, barrio de la capital, se ha construido una iglesia capaz para 12.000 personas. En los días de Novena Perpetua el municipio organiza servicio especial de tranvías y autobuses, con un promedio de 60.000 asistentes en los siete ejercicios al día. El delegado apostólico, monseñor Panico, decía: “La Novena Perpetua es la gracia más grande que Dios ha dado a Filipinas después de su conversión al cristianismo". A estas Novenas Perpetuas asisten muchos no católicos. El padre Juan Herat, oblato de María Inmaculada, decía que, en su parroquia de Colombo, asistían los miércoles de la Novena 30.000 personas entre católicos, hindúes, budistas, mahometanos, parsis y protestantes. Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Alemania, Inglaterra la tienen en la mayor parte de sus iglesias. Son cientos de miles los lugares misionados adonde se ha llevado el cuadro y su devoción. Varios cientos de miles suman los ejemplares de las revistas de su nombre. Los altares erigidos en su honor son innumerables. Un cronista extranjero contaba por el año 1916 unos 1.200 altares sólo en pueblos de Andalucía. En España, además de la devoción privada que todo español conoce, tiene esta Virgen el homenaje de instituciones públicas de que es ella Patrona, así: Sanidad Militar, Colegios Médicos, Beneficencia Municipal de Madrid, en el Ministerio de la Gobernación, Asociación Mutua de Socorros, el Seguro Español, Mutualidad de Peritos del Ministerio de Agricultura, Ministerio de Hacienda. En Méjico y en las naciones de Centro y Sudamérica florece la devoción en prácticas piadosas y frutos de bendición, como en cualquier nación europea.

No basta la distancia remota de los pueblos para limitar su devoción. A principios de siglo unos misioneros austriacos, en misión rodante por el Transiberiano, llevaron el cuadro desde Moscú a VIadivostok. En Africa lo presentan al culto los misioneros del Alto Níger (franceses), del Congo (belgas), de Africa del Sur (ingleses). También en Oceanía los misioneros de Nueva Guinea. Siete catedrales de Australia y Nueva Zelanda celebran la Novena Perpetua. En Newcastle (Oceanía) cinco estaciones radiofónicas comerciales transmiten la Novena Perpetua. En 1948 el padre Henry, oblato de María Inmaculada, llevaba el cuadro al Polo Norte, al 70º de latitud, península de Boothia.

Como se ve, esta devoción tiene un marcado carácter universalista, con un fruto abundante de conversiones.

RODRIGO BAYÓN, C. SS. R.


ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO

Oh María, Madre bendita del Socorro, concededme que siempre pueda invocar vuestro dulcísimo Nombre porque él es ayuda del que vive y salud del que muere. Oh, Virgen Santísima del Socorro, haced que vuestro nombre sea de hoy en adelante la respiración de mi vida. Señora y Madre mía, no tardéis en socorrerme siempre que os llame, ya que en todas las tentaciones que han de combatirme, en todas las necesidades que se me presenten yo no quiero nunca dejar de llamaros, exclamando siempre: María, Madre mía. ¡Qué alivio, qué dulzura, qué confianza y qué ternura siente mi alma con sólo invocar vuestro nombre y con sólo pensar en Vos! Mil gracias doy a Dios por haberme dado para mi bien este nombre tan dulce, tan amable y tan poderoso; y V os, oh portentoso Señor de los Milagros, concededme que escudándome bajo el nombre y la protección de la Virgen Santísima del Socorro, merezca, por su intercesión, verme libre de todo peligro y de todo mal en la tierra, a fin de poder bendecir su nombre y adoraros a Vos en la eterna bienaventuranza. Así sea.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)