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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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lunes, 6 de marzo de 2017

ORACIÓN DE MANASÉS

Está escrito en el libro segundo de los Paralipómenos (Crónicas), capítulo 33, verso 13, que Manasés, rey de Judá, estando cautivo en Babilonia como castigo por haber hecho idolatrar al reino y matar a muchos del pueblo (entre ellos el Profeta Isaías), se acordó de Yahveh e hizo oración arrepintiéndose de sus pecados, y por ello Yahveh le restableció en el trono, donde dedicó el resto de su vida a restablecer la Adoración verdadera.
  
El siguiente es un texto que se conoce como la Oración de Manasés. Y como tal, aunque existe una traducción reciente al idioma hebreo, se sabe que aparece en la traducción al siríaco de la Biblia, en el Códice Alejandrino y en la Septuaginta, como también en la traducción etiópica de Didascália y en las Constituciones Apostólicas, donde es citado como ejemplo de conversión sincera. A fines del siglo IV, aparecía en la Vulgata antes del I libro de Esdras; y Clemente VIII dispuso que permanecería en el apéndice hasta que desaparecieran enteramente las ediciones que la contengan. Con todo, en el Rito Bizantino seguido por los Ortodoxos y el Catolicismo Oriental, se reza la Oración de Manasés en las Completas de la Gran Cuaresma y vigilias de la Natividad, Epifanía y Anunciación.
 
Quisimos traerla con motivo de esta temporada cuaresmal, como una meditación previa al Sacramento de la Confesión, habida cuenta de ser un clásico entre las devociones de carácter penitencial.
  
HEBREO
יְהוָ֤ה צְבָאוֹת֙ אֵ֣ל שַׁדַּ֔י אֱלֹהֵ֧י אֲבוֹתֵ֛ינוּ אַבְרָהָ֥ם יִצְחָ֖ק וְיַעֲקֹ֑ב וֵאלֹהֵ֖י זֶ֥רַע צִדְקָ֑ם׃
אֲשֶׁ֣ר עָשִׂ֗יתָ אֶת־הַשָּׁמַיִם֙ וְאֶ֣ת־הָאָ֔רֶץ עִ֖ם כׇּל־צְבָאָֽם׃
אֲשֶׁ֨ר אָסַ֤רְתָּ אֶת־הַיָּם֙ בִּ֣דְבָרֶ֔ךָ וְסָגַ֥רְתָּ וְחָתַ֖מְתָּ תְּהֹ֑ם בְּשִׁ֛מְךָ הַנּוֹרָ֥א וְהַנִּכְבָּ֖ד׃
וְהָכֹּ֛ל יִשְׂעֲר֥וּ וְיֶחֶרְד֖וּ מִפְּנֵ֥י גְבוּרָתֶֽךָ׃
וְאֵ֨ין לַעֲמֹ֜ד לִפְנֵ֣י ׀ הֲדַ֣ר כְּבוֹדֶ֗ךָ וְאֵ֣ין לָשֵׂאת֮ עֵבְרָ֣ת אַפְּךָ֒ עַ֕ל הָ֥רְשָעִֽים׃
בְּלִ֥י מִדָּ֖ה וּבְלִ֣י חֵ֑קֶר חֶ֥סֶד זֶ֖ה הִבְטַֽחתָּ׃
כִּי־אַתָּ֣ה ׀ יְהוָ֤ה עֶלְי֗וֹן אֶ֧רֶךְ־אַפַּ֛יִם וְרַב־חֶ֛סֶד וְנִחָ֥ם עַל־רָע֖וֹת בְּנֵ֥י אָדָ֑ם אַתָּ֣ה יְהוָ֤ה בְרֹב־טוּבְךָ֡ הִבְטַ֩חְתָּ֩ סְלִיח֨ה לְחֹטִ֝אים שָׁבֵי־פֶ֗שַׁע וּבְרַחֲמֶ֧יךָ הָרַבִּ֛ים שַׂמְתָּ֛ דֶרֶךְ־תְּשׁוּבָ֥ה לָרְשָׁ֖עִים לְמַעַ֥ן יִוָּשֵֽׂעוּ׃
אַתָּ֣ה ׀ יְהוָ֤ה ׀ אֱלֹהֵ֣י הַצְּדָק֗וֹת לֹ֚א שַׂמתָּ֣ נֹּחַ֔ם לְאַבְרָהָ֣ם לְיִצְחָ֣ק וּלְיַעֲקֹ֡ב הַ֠צַּדִּיקִ֠ים שֶׁהֵ֧ם לֹ֛א חָטְ֖אוּ לָֽךְ כִּ֚י אִם־לִי־אֲנִ֣י הַחוֹטֵ֔א שַׂמְתָּ֥ נֹּחַ֖ם כִּי־חָטָֽאתִי׃
עֲוֹנֹתַי֮ עֶצְמ֣וּ מִסַּפֵּר֒ וְאֵינֶ֣נִּי רָא֗וּי לָשֵׂ֤את עֵינַי֙ וּלְהַבִּ֣יט לַמָּר֔וֹם מִפְּנֵ֕י רֹ֥ב־פְּשָׁעָ֑י וְעַתָּ֞ה יְהוָ֤ה ׀ בְּצֶ֣דֶק עֻנֵּ֗יתִי וְכִגְמ֧וּל יָדַ֛י הוּשַׁ֥ב לִ֖י כִּי־הִנְנִ֥י בַשֶּֽׁבִי׃
שַׁחוֹתִ֞י מִכֹּבֶ֣ד ׀ כַּבְלֵ֣י הַבַּרְזֶ֗ל עַ֣ד כִּי־לֹ֣א אוּכַל֮ לָשֵׂ֣את רֹאשִׁי֒ מִפְּנֵ֨י חַטֹּאתַ֜י לְנַפְשִׁ֗י כִּ֛י עִצַּ֥בְתִּי אֶת־רוּחֲךָ֖ וְהָרַ֣ע בְּעֵינֶ֑יךָ לֹ֨א עָשִׁ֤יתִי רְצוֹנְךָ֙ וְלֹ֣א שָׁמַ֣רְתִּי אֶת־מִצְוֹתֶ֔יךָ וַהֲקִימ֗וֹתִי אֱלִילֵ֧י תוֹעַב֛וֹת וְהִרְבֵּ֖יתִי שִׁקּוּצִֽים׃
וְעַתָּ֣ה אַכְרִ֮יעַ֮ בֶּרֶ֣ךְ לְבָבִי֒ כִּ֕י חָפֵ֥ץ טוּבְ֖ךָ אָנִֽי׃
חָטָ֤אתִי יְהוָ֤ה חָטָ֔אתִי וּפְשָׁעַ֖י אֲנִ֥י אֵדָֽע׃
וּבְכֵן֩ אֶתְחַנֵּ֨ן אֵלֶ֜יךָ יְהוָ֤ה סְלַח־נָ֡א סְלַ֣ח לִ֠י וְאַל־אֶסָּפֶה֙ בְחַ֣טֹאתָ֔י וְאַל־תִּטֹּ֣ר לְעוֹלָ֗ם וְ֚אַל תִּשְׁמֹר־לִ֣י עֲוֹנֹ֔ות וְאַ֧ל תַּשְׁלִיכֵ֣נִי מִלְּפָ֗נֵיךָ בִּהְיוֹתִ֛י בְתַחְתִּ֖יּוֹת אָ֑רֶץ כִּ֚י אַתָּ֣ה יְהוָ֤ה אֱלֹהֵ֥י הַשָּׁבִ֖ים אָֽתָּה׃
הַרְאֵנִי־נָא֩ אֶת־טוּבְךָ֨ גַּם־אָ֜נִי וְהוֹשִׁיעֵ֣נִי ׀ בְּרֹ֣ב רַחֲמֶ֗יךָ אַ֕ף כִּ֥י אֵינֶ֖נִּי רָאֽוּי׃
וַאֲנִ֣י אֲהַלֶּ֘לְךָ֮ תָמִיד֒ כׇּל־יְמֵ֨י חַיָּ֜י כִּ֧י אוֹתְךָ֛ יְהַלְל֖וּ כׇל־צְבָ֣א הַשָּׁמַ֑יִם וּלְךָ֙ יְהוָ֤ה הַכָּב֔וֹד לְעוֹלָ֥ם וָעֶ֖ד אָמֵֽן׃ 
  
LATÍN
Dómine Deus omnípotens patrum nostrórum Ábraham et Isaac et Jacob et sémini eórum justo;
Dómine, qui fecísti cœlum et terram cum omni ornátu eórum;
Qui signásti mare verbo præcépti tui, qui conclusísti abyssum et signásti eam terríbili et laudábili Nómine tuo;
Quem ómnia pavent et tremunt a vultu virtútis tuæ,
Quia importábilis est magnificéntia glóriæ tuæ, et insustentábilis ira super peccatóres comminatiónis tuæ;
Inménsa vero et investigábilis misericórdia promissiónis tuæ,
Quóniam Tu es Dóminus, altíssimus super omnem terram, benígnus, longánimis, et multum miséricors, et pénitens super malítias hóminum.
Tu, autem, Dómine, secúndum bonitátem tuam promisísti pœniténtiam et remissiónem iis qui peccáverunt tibi; et multitúdine miseratiónum tuárum decrevísti pœniténtiam peccatóribus in salútem.
Et, tu, ígitur, Dómine, Deus justórum, non posuísti pœniténtiam justis Ábraham et Isaac et Jacob his qui tibi non peccáverunt, sed posuísti pœniténtiam propter me peccatórem.
Quóniam peccávi super númerum harénæ maris, multiplicátæ sunt iniquitátes meæ, Dómine, multiplicátæ sunt iniquitátes meæ! Et non sum dignus íntueri et aspícere altitúdinem cœli præ multitúdine iniquitátum meárum.
Incurvátus sum multo vínculo ferro, ut non possim attóllere caput meum et non est respirátio mihi, quia excitávi iracúndiam tuam, et malum coram te feci státuens abominatiónes et multíplicans offensiónes.
Et nunc flecto génua cordis mei, precans ad te bonitátem, Dómine.
Peccávi, Dómine, peccávi, et iniquitátem meam agnósco.
Quare peto rogans te, Dómine, remítte mihi, remítte mihi! Ne simul perdas me cum iniquitátibus meis, neque in ætérnum irátus reserves mala mihi, neque damnes me in ínfima terræ loca. Quia tu es, Deus, Deus ínquam pœniténtium,
Et in me osténdes omnem bonitátem tuam! Quia indígnum salvábis me secúndum magnam misericórdiam tuam,
Et laudábo te semper ómnibus diébus vitæ meæ. Quóniam te laudat omnis virtus cælórum, et tibi est glória in sǽcula sæculórum. Amen. 
 
TRADUCCIÓN
Oh Señor omnipotente, Dios de nuestros antepasados, de Abraham y de Isaac y de Jacob y de sus justos descendientes;
Oh Señor, Tú que hiciste el cielo y la tierra con todo su ornato;
Que sellaste el mar por tu palabra imperiosa, que confinaste lo profundo y sellaste con tu terrible y glorioso nombre;
En quien todas las cosas se estremecen, y tiemblan a la vista de tu poder.
Porque tu gloriosa majestad no se puede aguantar, y la amenaza de tu ira para los pecadores es incalculable;
Sin embargo, inmensa e inalcanzable es la promesa de tu misericordia,
Porque Tú eres el Señor, Altísimo sobre toda la tierra, benigno y longánimo, y de mucha misericordia, y Tú te compadeces de la malicia de los hombres.
Pero tú, Señor, por tu gran bondad, has prometido la penitencia y remisión para los que han pecado contra Ti, y en la multitud de tus misericordias has decretado a los pecadores la ley de la penitencia, para que puedan salvarse.
Pues Tú, ¡oh Señor, Dios de los justos!, no has decretado la penitencia para los justos Abraham, Isaac y Jacob, que no pecaron contra ti, sino que has señalado la penitencia para mí, pecador.
Porque mis pecados son más numerosos que la arena del mar; mis iniquidades son multiplicadas, ¡Oh Señor, son multiplicadas mis iniquidades! No soy digno de mirar y considerar la inmensidad del cielo debido a la multitud de mis iniquidades.
Inclinado estoy, atado con muchas cadenas de hierro, para que no pueda levantar cabeza ni tener alivio, porque he provocado tu cólera y he cometido la maldad delante de ti, creando abominaciones y multiplicando ofensas.
Y ahora doblo las rodillas de mi corazón, implorando tu amabilidad, Señor.
He pecado Señor, he pecado, y reconozco mis transgresiones.
Por esto te imploro, Señor, perdóname, ¡Oh Señor, perdóname! No me destruyas con mis iniquidades, ni enojado eternamente, guardes maldad para mí; ni me condenes a las profundidades de la tierra. Porque Tú eres, oh Señor, el Dios de los que se arrepienten.
Y en mí manifestarás toda tu bondad; porque, indigno aun como soy, tú me salvarás por tu gran misericordia.
Y yo te alabare por siempre todos los días de mi vida. Porque toda la multitud del Cielo Te alaba, y tuya es la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)