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sábado, 30 de diciembre de 2017

PRESBÍTERO CONCILIAR: «NO CREO EN EL CREDO»

«No debería tolerarse curas o confesores que estén tildados de herejía; y a los convencidos en ella habríase de despojar en seguida de todas las rentas eclesiásticas; que MÁS VALE ESTAR LA GREY SIN PASTOR, QUE TENER POR PASTOR A UN LOBO». (San Ignacio de Loyola, Carta a San Pedro Canisio, 13 de Agosto de 1554)
  
Traducción de la noticia publicada por Andrea Zambrano para LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA.
  
Crónicas de la neoiglesia: «Yo en el Credo no creo». Los fieles de la iglesia de San Roque en Turín, congregados para la misa de medianoche dejaron fugar una risotada de complicidad. Y así el párroco, don Chiaffredo Olivero, ha anunciado en sustitución la canción Dolce sentire, que en resúmen es un canto inspirado en el Cántico de las creaturas como sustituto del Credo que representa el fundamento de la fe de todo bautizado. 
   
Chiaffredo Olivero
 
Ahora, se podría también refutar diciendo: «Bueno, con estas premisas, él salió vencedor. Años y años de intentar camuflar artículos incómodos o partes de la misa demasiado complicadas, y luego llega él con la solución gordiana: ¿Por qué no suprimirlos del todo?». Chapeau! (Para quitarse el sombrero), efectivamente… La mala teología que se come la doctrina ha llegado a un punto alto la otra noche durante una misa que sería eufemístico definirla como show: liturgia eucarística modificada sobre la marcha, comunión distribuida solo por los ministros extraordinarios, que también fue tomada por las manos de los fieles que personalmente la han mojado en el cáliz, un Padre nuestro compartido con la canción españolizante más profana calcada de Sound of silence de Simon & Garfunkel. Liturgia años ’70 en estado puro, faltando solamente los animadores de canto con pantalones de campana.
  
En cambio es el año del Señor 2017 que nos muestra la última frontera de la misa bricolaje, presentada con el rostro fresco y tranquilo de un párroco con 50 años de misa a sus espaldas (fue ordenado el 25 de Junio de 1967) que se proclama muy activo en lo social y que en aquellas latitudes es llamado en terminología eclesialmente correcta “un cura de calle”, porque se encarga de los migrantes y porque también ha dicho recientemente que quiere modificar el concepto de transubstanciación.
  
Obviamente criticarlo no se puede, un poco porque no se puede criticar a los clérigos que se dedican a lo social, también si en el tratar las cosas divinas utilizan azadón y pala, y también porque hoy, en la neoiglesia, no se puede poner la mira a quienes atentan contra la doctrina. Si acaso, se necesita punir a quienes sumisamente hacen notar que algo no marcha bien, como lo testifican las providencias tomadas frente a don Alessandro Minutella; o frente a una verdad inmutable de Dios sobre el hombrque no cambia, como a don Massimiliano Pusceddu.
   
La sorpresa arriva al minuto 26:50, luego de una homilía apostando a invitar a los padres a transmitir la fe a los hijos, pero «evitando hablarles del Infierno, que no aprovecha a nadie y hace mal».
  
El animador anuncia el canto del Credo: «Dolce sentire, página 39». Don Fredo ataca primero: «¿Sabéis por qué no digo el Credo? Porque no lo creo». Risotadas de los fieles. Luego reprende: «Si alguno lo entiende…, pero despues de tantos años concluí que es algo que no entiendo y que no puedo aceptar. Cantemos alguna otra cosa que diga las cosas esenciales de la fe».
  
En Turín las cosas no andaban tan mal. En Génova, por ejemplo, otro cura de frontera, pero con rúbrica fija en La Repubblica, don Paolo Farinella, ha anunciado en su columna del diario que canceló por este año las celebraciones de la Navidad, del 1 de Enero [Santa María Madre de Dios -en el calendario montiniano-] y del 6 de Enero (la Epifanía). En la práctica, dijo NO a las fiestas de precepto. ¿Por qué? Porque -dixit- la Navidad se ha convertido en «una fábula de pesebres con canciones de cuna y zampoñas, exclusivo apoyo de una economía capitalista y consumista, transformando por entero al Cristianismo en “religión civil”».
  
Curioso. También hace diez años, un pasado no muy lejano, un presbítero que se negaba a afirmar las verdades principales de la Fe Católica, o que aboliera a su placer las fiestas de precepto habría sido suspendido a divínis. Hoy, en cambio, quieren hacerle monseñor. O muchas veces no le sucederá nada. Quizá su obispo levante los brazos y suspire: «Sí, lo conozco, le he reclamado veinte veces, pero él procede así. En el fondo él es también un hijo mío». Humanamente comprensible, pero ¿seguros que no lo es del otro? En cambio el problema es tremendamente serio y no sólo para este pobre clérigo que admitiendo no aceptar las verdades de la Fe Católica reconoce simplemente que no tiene fe.
  
Pero también para las ovejas que le son confiadas: ¿Qué enseñar a los niños de catecismo si él admite primero que no tiene esta fe? ¿Y cuál fe? ¿De qué estamos hablando? ¿De un sentimiento vago y melifluo en la enseñanza de que amemos el bien?
  
La cuestión del Credo a su vez está estrechamente ligada con la Fe. Y no es casual que la Iglesia Católica dedique la primera parte del Catecismo al Símbolo de la Fe. Porque el Credo es “la respuesta del hombre a Dios”. Una respuesta que es la fe con la cual el hombre se somete plenamente a Dios, y que el primer artículo del Credo exhorta a la obediencia de la fe al ejemplo de Abrahán y de María. Creer en un solo Dios, en Jesucristo Hijo de Dios, en el Espíritu Santo. Y luego creer en todas las otras verdades bajo la forma de profesión de fe, desde la Encarnación a la Resurrección hasta la Comunión de los Santos y la Vida eterna.
  
¿Don Fredo y don Farinella quieren renunciar a toda esta colección orgánica de verdades que están bajo el nombre de Símbolo? Que lo hagan, pero ¿por qué utilizar el papel de pastores de almas para esto? Una vez se dijo: “ciegos que guían a otros ciegos”. ¿Qué le queda a un sacerdote que públicamente desconoce todo esto? Queda probablemente sólo su narcisista voluntad de poder imponer una religión en forma ideológica, que sin embargo es tremendamente humana, pero con el candor y el pacífico vigor del buen párroco tan comprometido. Es de lobos de este tenor travestidos cual cándidos corderitos que el fiel debe evitar. Porque están lentamente cortando la rama en la cual está sentado con ellos.
 
ACTUALIZACIÓN (12 de Enero de 2018): En ese mismo servicio litúrgico, Don Olivero inventó una nueva Plegaria Eucarística, y modifica arbitrariamente la Narración de la Institución (minuto 39 del vídeo, las novedades en cursiva): «mientras cenaba con sus discipulos aquella tarde tomó un pan, lo partió (Don Olivero fracciona el pan en este exacto momento) y lo dio diciendo: Tomad y comed todos: este es mi cuerpo, mi vida dada por vosotros» y: «Después de la cena tomó también una copa de vino, la dio a todos diciendo: Bebed, este cáliz es mi sangre para la nueva y eterna alianza: la he derramado por vosotros y por todos para el perdón de los pecados. Cuando os reunáis, haced este signo en memoria de mí». Prueba inequívoca de que el Novus Ordo es un servicio anticatólico e inválido, PEOR QUE LAS MISAS NEGRAS DE LAS SECTAS SATÁNICAS.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)